El Papa tenía que llegar rápidamente a Mónaco. Subió a su limusina y le ordenó al chofer que lo llevara a toda velocidad. Pero la lentitud del conductor era exasperante, así que el Papa le ordenó:
-Pásate para atrás, que manejaré yo.

El Papa aceleró a 210 kilómetros por hora. Lo detuvo una patrulla.
-¿Qué pasa? ¿Van a un incendio ustedes?

El Papa bajó la ventanilla. Al verlo, el policía se puso blanco.
-¡Sigan, sigan!

Su compañero, que estaba alejado, le preguntó:
-¿Por qué los dejaste ir? ¡Venían a mas de 200 kilómetros por hora!
-Es que el dueño de esa limusina era importante, muy importante, importantísimo…
-¿Quién era?
-No tengo idea, pero ¡Su chofer era el Papa!

Via | Chistemalo