José recibió un loro por su cumpleaños, ya era un loro adulto, con una muy mala actitud y vocabulario. Cada palabra que decía estaba adornada por alguna palabrota, así como siempre, de muy mal genio.

José trató, desde el primer día, de corregir la actitud del loro, diciéndole palabras bondadosas y con mucha educación, le ponía música suave y siempre lo trataba con mucho cariño.

Llegó un día en que José perdió la paciencia y gritó al loro, el cual se puso más grosero aún, hasta que en un momento de desesperación, José puso al loro en el congelador. Por un par de minutos aún pudo escuchar los gritos del loro y el revuelo que causaba en el compartimiento, hasta que de pronto, todo fue silencio.

Después de un rato, José arrepentido y temeroso de haber matado al loro, rápidamente abrió la puerta del congelador.

El loro salió y con mucha calma dio un paso al hombro de José y dijo:

- Siento mucho haberte ofendido con mi lenguaje y actitud, te pido que me disculpes y te prometo que en el futuro vigilaré mucho mi comportamiento.

José estaba muy sorprendido del tremendo cambio en la actitud del loro y estaba a punto de preguntarle qué es lo que lo había hecho cambiar de esa manera, cuando el loro continuó:

- ¿Te puedo preguntar una cosa?

- Sí... ¡cómo no!-, contestó José.

- ¿Qué fué lo que hizo el pollo?