El mito del suicidio se remonta a bastante tiempo atrás, por lo menos a Freud, quien en Civilization and Its Discontents (1929) ya comparaba el instinto humano por la muerte con el supuesto suicidio colectivo de los lemmings. Pero quien realmente popularizó este mito fue un documental de la Disney de 1958: Infierno Blanco (12 minutos, la parte que nos interesa a partir del minuto 9:43). Disney transportó a decenas de lemmings hasta Alberta, Canadá (donde no viven), y los colocó junto a un acantilado. Allí filmaron como caían uno detrás de otro.

La verdadera razón de estas muertes no es que sean suicidas, sino que el instinto biológico de estos animales les induce a desplazarse invariablemente en una dirección o ruta concreta, sin tener en cuenta los cambios topológicos del ecosistema al que están habituados. Simplemente seguían el camino que tenían aprendido, y no vieron que había un acantilado de por medio. En su entorno natural (la tundra) les sucede lo mismo cuando hay superpoblación, se quedan sin espacio y van a explorar nuevas tierras.

Debido a su pésimo sentido, algunos caen por precipicios, o acaban ahogados en el mar. En conclusión: los lemmings son pésimos para medir la profundidad y son estúpidos, no emos.

Via: La hora del break